Que es saber ser y saber hacer

Que es saber ser y saber hacer

En la búsqueda constante de desarrollo personal y profesional, surgen conceptos como el de *saber ser y saber hacer*, que ayudan a entender cómo interactuamos con el mundo y cómo aplicamos nuestras habilidades. Estos conceptos, aunque simples en su enunciado, tienen una profundidad filosófica y práctica que trasciende el ámbito académico. Este artículo se enfoca en explorar qué implica cada uno, cómo se relacionan y por qué son esenciales en la formación integral de cualquier individuo.

¿qué es saber ser y saber hacer?

*Saber ser* se refiere a la capacidad de una persona para comprender y asumir su identidad, valores, emociones y actitudes frente a los demás. Implica una conciencia ética, emocional y social que permite interactuar de manera respetuosa, empática y efectiva. Por otro lado, *saber hacer* hace referencia a las competencias técnicas y habilidades prácticas que una persona adquiere para desarrollar actividades concretas, ya sea en el ámbito laboral, artístico o social.

Estos dos conceptos, aunque distintos, están interrelacionados. Un individuo puede tener habilidades técnicas excepcionales (*saber hacer*), pero si carece de empatía o respeto hacia los demás (*saber ser*), su impacto social será limitado o incluso negativo. Por otro lado, una persona con altos niveles de conciencia social pero sin destrezas prácticas puede sentirse inútil o frustrada ante retos concretos.

Un dato curioso es que estos conceptos tienen sus raíces en la pedagogía moderna. En el siglo XX, educadores como Jean Piaget y María Montessori destacaron la importancia de equilibrar el desarrollo cognitivo con el desarrollo afectivo y social. Así, el *saber hacer* no es solo técnica, sino también aplicación consciente de los valores que se poseen.

La importancia del equilibrio entre actitud y acción

El equilibrio entre *saber ser* y *saber hacer* es fundamental para el desarrollo humano. En la vida profesional, por ejemplo, una persona con grandes habilidades técnicas pero con una actitud despectiva hacia sus compañeros puede generar un ambiente laboral tóxico. Por el contrario, alguien con una actitud positiva pero sin las herramientas necesarias para ejecutar tareas puede no alcanzar sus metas.

En la educación, se ha comprobado que los estudiantes que integran estos dos aspectos tienden a tener mejores resultados académicos y mayor éxito en la vida personal. Esto se debe a que, al saber cómo comportarse con responsabilidad y respeto, también adquieren una mayor motivación y sentido de pertenencia, lo cual les permite aplicar sus conocimientos con mayor entusiasmo.

Además, en un mundo cada vez más interconectado, donde el trabajo en equipo y la comunicación efectiva son esenciales, el equilibrio entre *saber ser* y *saber hacer* se convierte en un factor diferenciador. Las empresas y organizaciones valoran no solo a los profesionales competentes, sino también a aquellos que pueden colaborar, resolver conflictos y liderar con empatía.

La evolución de los conceptos en la educación moderna

En los últimos años, los sistemas educativos han evolucionado para integrar más profundamente los conceptos de *saber ser* y *saber hacer*. Antes, la educación se centraba principalmente en la transmisión de conocimientos técnicos. Sin embargo, ahora se reconoce que el desarrollo emocional, social y ético es tan importante como el desarrollo cognitivo.

Instituciones educativas de renombre, como la Universidad de Harvard o la Escuela de Negocios de Stanford, han implementado programas que combinan formación técnica con habilidades blandas, como la inteligencia emocional, el liderazgo y la ética profesional. Esta integración no solo prepara a los estudiantes para el mercado laboral, sino también para la vida.

Este enfoque también ha tenido un impacto en la educación infantil. En jardines de infancia y primarias, se fomenta desde edades tempranas la autoestima, la empatía y el trabajo en equipo, junto con el aprendizaje de habilidades básicas como la lectura y la escritura. Esta dualidad prepara a los niños para enfrentar desafíos complejos con una mentalidad abierta y equilibrada.

Ejemplos claros de saber ser y saber hacer en la vida real

Un ejemplo clásico de *saber hacer* es un ingeniero que domina cálculos matemáticos y puede diseñar estructuras complejas. Sin embargo, si carece de habilidades para comunicarse con otros ingenieros, arquitectos o clientes, sus diseños podrían no ser comprendidos o implementados correctamente. Aquí entra el *saber ser*, que implica la capacidad de escuchar, negociar y colaborar.

Otro ejemplo es el de un médico. Tener conocimientos médicos (*saber hacer*) es fundamental, pero también lo es mostrar empatía, comprensión y respeto hacia los pacientes (*saber ser*). Un médico con altas habilidades técnicas pero una actitud fría puede generar desconfianza en sus pacientes, afectando negativamente su proceso de recuperación.

En el ámbito laboral, un gerente que sabe cómo motivar a su equipo (*saber ser*) y también cómo manejar presupuestos y estrategias (*saber hacer*) puede liderar proyectos con éxito. En contraste, un gerente que carece de una u otra habilidad podría enfrentar problemas de productividad o moral en el equipo.

El concepto de competencia integral: saber ser y saber hacer en acción

La idea de competencia integral surge como una combinación de *saber ser* y *saber hacer*. Este concepto se aplica especialmente en el ámbito educativo y profesional, donde no basta con dominar conocimientos técnicos, sino que también se requiere una formación ética, emocional y social.

En el contexto laboral, las competencias integrales incluyen no solo habilidades como la gestión de proyectos o el uso de herramientas tecnológicas, sino también valores como la responsabilidad, la puntualidad, la resiliencia y la colaboración. Estos elementos son evaluados cada vez más por empresas que buscan profesionales que no solo sean eficientes, sino también responsables y colaboradores.

En la educación, se han desarrollado programas que buscan formar estudiantes con competencias integrales. Por ejemplo, en el modelo de educación por competencias, los estudiantes no solo deben demostrar conocimientos teóricos, sino también aplicarlos en situaciones prácticas, resolver problemas éticos y trabajar en equipo. Esto refleja un enfoque integral que combina *saber ser* y *saber hacer*.

5 ejemplos de saber ser y saber hacer en distintos contextos

  • En el aula: Un maestro que domina su materia (*saber hacer*) y sabe cómo motivar a sus alumnos (*saber ser*) puede transformar una clase aburrida en una experiencia enriquecedora.
  • En el trabajo: Un empleado que tiene conocimientos técnicos (*saber hacer*) y habilidades de comunicación (*saber ser*) puede destacar en su rol y construir relaciones positivas con sus colegas.
  • En la vida personal: Una persona que entiende sus emociones (*saber ser*) y sabe cómo manejar conflictos (*saber hacer*) puede mantener relaciones saludables y resiliencia ante el estrés.
  • En el deporte: Un atleta que entrena con disciplina (*saber hacer*) y mantiene una actitud positiva ante las derrotas (*saber ser*) puede alcanzar mayor rendimiento y estabilidad mental.
  • En el emprendimiento: Un emprendedor que conoce el mercado (*saber hacer*) y tiene una visión clara de sus valores (*saber ser*) puede construir una empresa sostenible y con propósito.

La importancia del saber ser en la sociedad moderna

En una sociedad cada vez más interconectada, el *saber ser* se ha convertido en un factor clave para la convivencia armoniosa. La globalización ha traído consigo una diversidad cultural y social, lo que exige a las personas una mayor sensibilidad emocional y ética. La capacidad de respetar las diferencias, resolver conflictos de manera constructiva y actuar con responsabilidad son aspectos que definen el *saber ser*.

Además, en la era digital, donde la comunicación se da a través de plataformas sociales y virtuales, el *saber ser* también implica una comunicación respetuosa y ética. La desinformación, el acoso cibernético y la polarización son desafíos que requieren de una actitud crítica y empática por parte de los usuarios.

Por otro lado, el *saber ser* también incluye la responsabilidad personal y social. En un mundo afectado por crisis climáticas, conflictos sociales y desigualdades, las personas necesitan no solo actuar, sino también actuar con conciencia y propósito. Esto refuerza la idea de que *saber ser* es una responsabilidad, no solo una habilidad.

¿Para qué sirve saber ser y saber hacer?

La combinación de *saber ser* y *saber hacer* permite a las personas desenvolverse eficazmente en cualquier entorno. En el ámbito académico, esta dualidad ayuda a los estudiantes a aprender con mayor profundidad y a relacionarse mejor con sus compañeros y profesores. En el ámbito profesional, permite a los trabajadores no solo realizar tareas con eficacia, sino también colaborar, liderar y adaptarse a los cambios del mercado.

Además, en el ámbito personal, tener claridad sobre quiénes somos (*saber ser*) y qué podemos hacer (*saber hacer*) nos ayuda a construir una identidad sólida y a tomar decisiones alineadas con nuestros valores. Esto lleva a una mayor autoestima, propósito de vida y bienestar emocional.

Un ejemplo práctico es el de un joven que decide estudiar medicina. Si solo se enfoca en las asignaturas técnicas (*saber hacer*), pero no reflexiona sobre sus motivaciones, ética y relación con los demás (*saber ser*), podría enfrentar dificultades emocionales o desgano al final de su carrera. Por otro lado, si integra ambos aspectos, se convertirá en un médico no solo competente, sino también empático y respetuoso.

Formación integral y desarrollo humano

La formación integral busca desarrollar en las personas no solo conocimientos técnicos, sino también habilidades sociales, emocionales y éticas. Este enfoque educativo se basa en la idea de que el ser humano es una totalidad y que su desarrollo debe considerar todas sus dimensiones: cognitiva, afectiva, social y ética.

En este contexto, *saber ser* y *saber hacer* son dos pilares fundamentales. Mientras que *saber hacer* se relaciona con la adquisición de conocimientos y habilidades prácticas, *saber ser* se enfoca en el desarrollo personal, la autoconciencia y la convivencia social. Juntos, estos aspectos permiten a los individuos no solo sobrevivir, sino también prosperar en un mundo complejo.

En muchos sistemas educativos, la formación integral se implementa a través de proyectos interdisciplinarios, prácticas comunitarias y talleres de desarrollo personal. Estos enfoques ayudan a los estudiantes a aplicar lo que aprenden en contextos reales, fortaleciendo tanto su *saber hacer* como su *saber ser*.

El impacto en la vida profesional y social

En el ámbito laboral, las personas que integran *saber ser* y *saber hacer* tienden a destacar. Son colaboradores activos, capaces de resolver conflictos, liderar equipos y adaptarse a los cambios. Las empresas valoran cada vez más a profesionales que no solo tienen conocimientos técnicos, sino también habilidades blandas como la comunicación, la empatía y la gestión del tiempo.

Además, en un mundo globalizado, donde la cooperación internacional es esencial, el *saber ser* se convierte en una ventaja competitiva. Las personas que pueden trabajar con diversidad cultural, respetar diferentes puntos de vista y construir relaciones interpersonales sólidas son más exitosas en entornos multiculturales.

En la vida social, tener un equilibrio entre estos dos aspectos también es clave. Las personas que saben cómo comportarse con respeto y empacia (*saber ser*) y también saben cómo actuar en situaciones concretas (*saber hacer*), suelen tener mayor calidad de vida y relaciones más estables. Esto se traduce en una mayor felicidad y bienestar general.

¿Qué significa saber ser y saber hacer?

*Saber ser* se refiere a la capacidad de una persona para entender y vivir con coherencia sus valores, emociones, actitudes y relaciones con los demás. Implica una autoconciencia profunda, una ética personal y una actitud abierta al diálogo y la colaboración. Por su parte, *saber hacer* hace referencia a las habilidades técnicas, prácticas y cognitivas que una persona adquiere para ejecutar tareas concretas y resolver problemas.

En conjunto, estos dos conceptos representan dos aspectos esenciales del desarrollo humano. Mientras que *saber hacer* se puede medir a través de logros técnicos o certificaciones, *saber ser* es más subjetivo y se manifiesta en la forma en que una persona interactúa con el mundo. Ambos son necesarios para construir una identidad sólida y una vida plena.

Además, el equilibrio entre ambos conceptos permite a las personas no solo alcanzar sus metas, sino también contribuir positivamente a la sociedad. Una persona que sabe cómo actuar con responsabilidad y respeto (*saber ser*) y también cómo aplicar sus conocimientos (*saber hacer*) puede ser un agente de cambio en su entorno.

¿Cuál es el origen del concepto de saber ser y saber hacer?

El concepto de *saber ser y saber hacer* tiene raíces en la filosofía y la pedagogía moderna. En el siglo XIX, filósofos como Immanuel Kant y Jean-Jacques Rousseau destacaron la importancia de la formación moral y ética del individuo. Su idea era que la educación no solo debía transmitir conocimientos técnicos, sino también formar ciudadanos responsables y éticos.

En el siglo XX, educadores como María Montessori y Jean Piaget desarrollaron modelos pedagógicos que integraban el desarrollo cognitivo con el desarrollo afectivo y social. Estos enfoques educativos reconocían que el aprendizaje no era solo un proceso intelectual, sino también un proceso emocional y social.

En la década de 1980, el concepto de *saber ser y saber hacer* se popularizó en América Latina como parte de los esfuerzos por reformar la educación. Países como Colombia y México adoptaron este enfoque para mejorar la calidad de la enseñanza y preparar a los estudiantes para enfrentar los desafíos del siglo XXI.

Variantes del concepto en la educación

Además de *saber ser y saber hacer*, existen otras variantes del concepto que se utilizan en la educación y el desarrollo humano. Algunas de ellas son:

  • Saber estar: Se refiere a la capacidad de adaptarse a diferentes contextos sociales y situaciones de vida con respeto y empatía.
  • Saber querer: Implica el desarrollo de la empatía, el amor al prójimo y la capacidad de construir relaciones significativas.
  • Saber pensar: Hace referencia a la capacidad de razonar críticamente, analizar problemas y tomar decisiones informadas.
  • Saber comunicar: Se centra en la habilidad de transmitir ideas con claridad, escuchar activamente y resolver conflictos a través del diálogo.

Estas variantes reflejan diferentes dimensiones del desarrollo humano y complementan el concepto de *saber ser y saber hacer*. Juntas, forman una base para la formación integral del individuo.

¿Cómo se relaciona el saber ser con el saber hacer en la vida diaria?

En la vida cotidiana, *saber ser* y *saber hacer* se manifiestan en cada interacción y decisión que tomamos. Por ejemplo, cuando enfrentamos un problema en el trabajo, no solo necesitamos habilidades técnicas para resolverlo (*saber hacer*), sino también una actitud calmada y empática para colaborar con otros (*saber ser*). La combinación de ambas habilidades permite abordar los desafíos con mayor eficacia y equilibrio.

En la vida familiar, también es fundamental este equilibrio. Un padre o madre que sabe cómo resolver conflictos (*saber hacer*) y también cómo expresar afecto y comprensión (*saber ser*) puede construir una relación más fuerte con sus hijos. Esto no solo fortalece los lazos familiares, sino también el desarrollo emocional del niño.

En resumen, *saber ser* y *saber hacer* no son conceptos abstractos, sino herramientas prácticas que aplicamos constantemente. Su integración nos permite vivir con más coherencia, propósito y bienestar.

Cómo usar el concepto de saber ser y saber hacer en la vida

Para aplicar el concepto de *saber ser y saber hacer* en la vida, es necesario reflexionar sobre quiénes somos y qué queremos lograr. Esto implica una autoevaluación constante de nuestras actitudes, valores y habilidades. Por ejemplo, si queremos desarrollarnos profesionalmente, no solo debemos adquirir conocimientos técnicos (*saber hacer*), sino también cultivar habilidades como la comunicación, la empatía y el trabajo en equipo (*saber ser*).

Un enfoque práctico es establecer metas claras que integren ambos aspectos. Por ejemplo, si una persona quiere ser un líder efectivo, puede planificar cómo desarrollar sus habilidades de gestión (*saber hacer*) y también cómo fortalecer su liderazgo emocional (*saber ser*). Esto puede incluir cursos de formación, mentorías, lecturas y práctica constante.

Otro ejemplo es en el ámbito personal. Una persona que busca mejorar su vida emocional puede enfocarse en desarrollar autoconocimiento (*saber ser*) y también en adquirir herramientas prácticas para manejar el estrés (*saber hacer*). Esto puede incluir técnicas de meditación, terapia, ejercicio físico o cualquier actividad que combine reflexión y acción.

La importancia de equilibrar los dos aspectos para el bienestar personal

El equilibrio entre *saber ser* y *saber hacer* es esencial para el bienestar personal y colectivo. En una sociedad que valora cada vez más la resiliencia, la empatía y la colaboración, tener un equilibrio entre estos dos aspectos permite a las personas no solo alcanzar sus metas, sino también disfrutar del proceso.

Además, cuando una persona equilibra *saber ser* y *saber hacer*, experimenta menos estrés y frustración. Esto se debe a que no solo se enfoca en lo que puede lograr, sino también en cómo lo hace y por qué lo hace. Esta coherencia interna lleva a una mayor satisfacción personal y a una vida más plena.

Por otro lado, el desequilibrio entre estos dos aspectos puede llevar a problemas como el desgano profesional, conflictos interpersonales o falta de propósito. Por ejemplo, una persona que se enfoca únicamente en lograr metas (*saber hacer*) puede llegar a olvidar su bienestar emocional (*saber ser*), lo que puede resultar en agotamiento o desgano.

El papel de las instituciones en la formación de saber ser y saber hacer

Las instituciones educativas, laborales y sociales juegan un papel fundamental en la formación de *saber ser* y *saber hacer*. En el ámbito educativo, las escuelas y universidades son responsables de no solo enseñar conocimientos técnicos, sino también de fomentar valores como la responsabilidad, la ética y el respeto. Esto se logra a través de programas curriculares integrales, talleres de desarrollo personal y espacios para el diálogo y la reflexión.

En el ámbito laboral, las empresas también tienen la responsabilidad de formar a sus empleados en habilidades blandas (*saber ser*) y técnicas (*saber hacer*). Esto se traduce en programas de capacitación, mentorías, evaluaciones de competencias y culturas organizacionales que fomenten el bienestar y el desarrollo profesional.

Por último, en el ámbito social, las comunidades y organizaciones sin fines de lucro también contribuyen a la formación de *saber ser* y *saber hacer* a través de proyectos comunitarios, talleres ciudadanos y espacios para la participación activa. Estos enfoques colectivos refuerzan la importancia de estos conceptos en la construcción de una sociedad más justa y equitativa.