La pasividad es un concepto que ha sido interpretado de múltiples maneras a lo largo de la historia, tanto en el ámbito filosófico como religioso. En el contexto bíblico, este término cobra un significado particular, relacionado con actitudes de sumisión, espera, y entrega a la voluntad divina. En este artículo exploraremos a fondo qué se entiende por pasividad según la Biblia, cómo se manifiesta en los relatos bíblicos, y qué lecciones puede aportar a la vida cristiana moderna.
¿Qué es la pasividad según la Biblia?
La pasividad, en el contexto bíblico, no se refiere simplemente a la inacción o la falta de movimiento, sino a una actitud de entrega, sumisión y confianza en Dios. En la Biblia, la pasividad es a menudo presentada como una virtud cuando se vive con fe, paciencia y esperanza. Este tipo de pasividad no implica inmovilidad, sino más bien una disposición interior de dejarse guiar por el Espíritu Santo y aceptar con humildad la voluntad divina.
Un ejemplo clásico de pasividad bíblica es el de Jesucristo en el Huerto de Getsemaní, donde oró: Padre, si es posible, que pase de mí esta copa; sin embargo, no se haga mi voluntad, sino la tuya (Mateo 26:39). Aunque su corazón se quebrantaba, Jesús mostró una pasividad activa, entregándose a la voluntad del Padre, incluso cuando significaba sufrir y morir.
La pasividad como actitud de fe y esperanza
En la Biblia, la pasividad no es pasividad en el sentido mundano de la palabra. Más bien, es una actitud activa de fe, donde el creyente espera con confianza en las promesas de Dios y se entrega a Él, incluso en los momentos más difíciles. Esta actitud se ve reflejada en la vida de muchos personajes bíblicos, como Abraham, quien esperó muchos años por la promesa de un hijo, o Job, quien soportó infortunios sin perder su fe.
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La pasividad bíblica también implica una actitud de oración constante. El salmista David, en múltiples ocasiones, expresa su dependencia de Dios, mostrando una actitud de entrega y espera. Por ejemplo, en el Salmo 37:7 dice: Descansa en el Señor y espera pacientemente. Esta paciencia no es inacción, sino confianza en que Dios actúa a Su tiempo.
La diferencia entre pasividad y resignación
Es importante no confundir la pasividad bíblica con la resignación. Mientras que la resignación implica una entrega pasiva sin esperanza ni fe, la pasividad cristiana es una entrega consciente y activa, basada en la confianza en Dios. La resignación puede llevar a la apatía y a la falta de compromiso, mientras que la pasividad bíblica impulsa a la oración, la esperanza y la acción en la fe.
La Biblia anima a los creyentes a perseverar con esperanza, a pesar de las circunstancias. En Romanos 12:12 se lee: No desmayéis en la prueba; sed fervorosos en el espíritu, servid al Señor. Esta actitud no se contrapone a la pasividad, sino que la complementa con una fe activa.
Ejemplos bíblicos de pasividad activa
Existen múltiples ejemplos en la Biblia donde la pasividad se manifiesta como una actitud de fe y entrega. Entre los más destacados se encuentran:
- Jesús en la cruz: Aunque físicamente inmóvil, Jesús mostró una pasividad activa al entregar su espíritu al Padre (Lucas 23:46), mostrando que su voluntad se alineaba con la divina.
- La Virgen María: Ante la noticia del nacimiento de Jesús, María respondió con humildad y sumisión: Hágase en mí según tu palabra (Lucas 1:38). Su actitud fue de total entrega a la voluntad de Dios.
- Job: A pesar de perder todo, Job no se rebeló contra Dios, sino que aceptó su situación con paciencia, aunque después cuestionó su justicia. Su pasividad no fue pasiva, sino una actitud de fe que lo llevó a perseverar.
La pasividad como actitud de entrega y confianza
La pasividad bíblica es una actitud que implica entrega, confianza y esperanza. No es una actitud pasiva en el sentido mundano, sino que está profundamente arraigada en la fe en Dios. Esta entrega no se limita a la oración, sino que también incluye la acción en la vida cotidiana, guiada por la voluntad divina.
La pasividad bíblica también implica una actitud de paciencia. En Santiago 1:4 se lee: Paciencia perfecta ha de ser vuestra; hacedlo firme, que venga a su plenitud la obra de vuestra fe. Esta paciencia no es inacción, sino una actitud de fe activa que se mantiene a pesar de los desafíos.
5 personajes bíblicos que mostraron pasividad activa
- Abraham: Aunque tuvo que esperar muchos años por la promesa de un hijo, Abraham mostró una actitud de fe y pasividad activa al confiar en Dios (Hebreos 11:8-12).
- David: A pesar de ser perseguido por Saúl, David no respondió con violencia, sino con oración y confianza en Dios (1 Samuel 24:6-7).
- María de Betania: Mientras su hermana Lázaro trabajaba, María se sentó a los pies de Jesús, escuchando Su palabra, mostrando una actitud de pasividad activa (Lucas 10:39).
- Los discípulos en el huerto: Aunque tuvieron miedo y se durmieron, su actitud de oración y entrega a la voluntad de Cristo fue un ejemplo de pasividad bíblica (Mateo 26:36-46).
- Pablo en prisión: Pablo no se desalentó por su encarcelamiento, sino que usó su situación para evangelizar (Filipenses 1:12-14).
La pasividad en el Antiguo Testamento
En el Antiguo Testamento, la pasividad se manifiesta a menudo como una actitud de sumisión a Dios, incluso cuando las circunstancias son adversas. El pueblo de Israel, por ejemplo, fue llevado al exilio por no haber escuchado la voz de Dios. Sin embargo, en ese exilio, algunos creyentes mostraron una pasividad activa al confiar en que Dios no los había abandonado.
El profeta Isaías, en su libro, llama al pueblo a confiar en Dios y no temer al hombre, lo cual es una forma de pasividad activa. En Isaías 50:7 se lee: El Señor Dios me ha ayudado; ¿para qué me asustaré? Los que me persiguen no me vencerán. Esta actitud de confianza en Dios, a pesar de las dificultades, es un claro ejemplo de pasividad bíblica.
¿Para qué sirve la pasividad bíblica?
La pasividad bíblica sirve para fortalecer la fe, para desarrollar la paciencia y para aprender a confiar en Dios, incluso cuando las circunstancias no son favorables. En un mundo donde muchas veces se valora la acción inmediata, la pasividad bíblica enseña al creyente a esperar con esperanza, sabiendo que Dios actúa a Su tiempo.
Además, esta actitud ayuda a evitar reacciones impulsivas que pueden alejarnos de la voluntad de Dios. La pasividad bíblica no es pasividad en el sentido mundano, sino una actitud de oración constante, de entrega a Dios y de confianza en Sus promesas. Es una actitud que permite al creyente vivir con paz interior, incluso en medio de la tormenta.
Entendiendo la pasividad como entrega a la voluntad de Dios
La pasividad, en el contexto bíblico, no se entiende como una actitud de resignación o de no hacer nada, sino como una entrega total a la voluntad de Dios. Esto implica una actitud de oración constante, de confianza en que Dios conoce lo que es mejor, y de paciencia para esperar Su tiempo.
Esta entrega no siempre es fácil. Muchas veces, como en el caso de Job o de David, el creyente enfrenta situaciones donde no comprende por qué Dios permite ciertas pruebas. Sin embargo, la pasividad bíblica implica aceptar estas situaciones con fe, sabiendo que Dios tiene un propósito más amplio.
La pasividad en la vida cristiana moderna
En la vida cristiana moderna, la pasividad bíblica sigue siendo una actitud importante. En un mundo acelerado, donde se valora la acción inmediata, la pasividad bíblica enseña al creyente a detenerse, a orar, a esperar y a confiar. Esta actitud permite al cristiano vivir con paz interior, incluso en medio de la incertidumbre.
Además, la pasividad bíblica es una actitud que ayuda a evitar el conflicto innecesario. En muchos casos, los cristianos pueden enfrentar situaciones donde su reacción inmediata puede llevar a conflictos o a perder el testimonio. La pasividad bíblica enseña a responder con paciencia, con amor y con fe, incluso cuando se es tratado injustamente.
El significado de la pasividad en la Biblia
La pasividad en la Biblia no se refiere simplemente a no hacer nada. Más bien, es una actitud de entrega, de sumisión a la voluntad de Dios, de confianza en Sus promesas y de esperanza en Su plan. Esta actitud se manifiesta en la vida de los creyentes a través de la oración, de la paciencia y de la fe activa.
Un aspecto importante de la pasividad bíblica es que no se contrapone a la acción. De hecho, la pasividad bíblica puede llevar a una acción más efectiva, porque está guiada por la voluntad de Dios. La pasividad no es inmovilidad, sino una actitud interior que permite al creyente actuar con sabiduría y con confianza en Dios.
¿De dónde proviene el concepto de pasividad en la Biblia?
El concepto de pasividad en la Biblia tiene sus raíces en la relación entre el hombre y Dios. Desde el principio, Dios llamó a los humanos a una relación de sumisión y dependencia, no como una forma de control, sino como una forma de amor y libertad. En Génesis 1:28, Dios le da al hombre y a la mujer la tarea de gobernar la tierra, pero también les da la capacidad de hacerlo con sabiduría y en armonía con Su plan.
A lo largo de la historia bíblica, este concepto de pasividad se desarrolla en múltiples formas: en la entrega de los patriarcas, en la sumisión de los profetas, en la fe de los mártires, y finalmente en la entrega total de Jesucristo en la cruz. Cada uno de estos momentos refleja una actitud de pasividad activa, guiada por la fe.
La pasividad como actitud de sumisión a Dios
La pasividad bíblica se entiende como una actitud de sumisión a Dios, no como una actitud de desamparo o de falta de control, sino como una actitud de fe y confianza. Esta sumisión no implica inacción, sino una disposición interior de dejarse guiar por la voluntad divina.
La pasividad bíblica también implica una actitud de humildad. En 1 Pedro 5:6 se lee: Humbleos, pues, debajo de la potente mano de Dios, para que os exalce a su tiempo. Esta humildad no es pasividad, sino una actitud de confianza en que Dios actuará a Su tiempo, según Sus designios.
¿Cómo se manifiesta la pasividad en la vida cristiana?
La pasividad en la vida cristiana se manifiesta a través de la oración constante, de la entrega a la voluntad de Dios, y de la paciencia en la espera de Sus promesas. Esta actitud no implica inacción, sino una disposición interior de confianza en que Dios está obrando incluso cuando no vemos resultados inmediatos.
Además, la pasividad bíblica se manifiesta en la forma en que los cristianos responden a las pruebas y a las dificultades. En lugar de reaccionar con miedo o con violencia, el creyente aprende a responder con paciencia, con amor y con fe. Esta actitud no solo fortalece su relación con Dios, sino que también impacta positivamente en su entorno.
Cómo usar la pasividad bíblica en la vida cotidiana
La pasividad bíblica puede aplicarse en la vida cotidiana de múltiples maneras. Por ejemplo, cuando enfrentamos situaciones difíciles, podemos aprender a responder con paciencia y con fe, en lugar de con impaciencia o con miedo. Cuando nos enfrentamos a conflictos, podemos buscar la paz, la reconciliación y la oración, en lugar de reaccionar con violencia o con resentimiento.
Algunos ejemplos prácticos incluyen:
- En el trabajo: Enfrentar con paciencia los desafíos del trabajo, confiando en que Dios está obrando incluso en los momentos más difíciles.
- En la familia: Aprender a escuchar, a perdonar y a buscar la reconciliación, en lugar de buscar la victoria personal.
- En la oración: Mantener una actitud de entrega y confianza en Dios, incluso cuando no vemos resultados inmediatos.
La pasividad como actitud de fe activa
La pasividad bíblica no es una actitud pasiva en el sentido mundano, sino una actitud de fe activa. Esto significa que, aunque el creyente puede estar esperando pacientemente, su fe está activa, orando, buscando la voluntad de Dios y trabajando con esperanza. Esta actitud no implica inacción, sino una disposición interior que permite al creyente actuar con sabiduría y con confianza.
La pasividad bíblica también implica una actitud de acción guiada por la fe. En 1 Timoteo 4:12 se lee: Que nadie menosprecie tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, en conducta, en amor, en espíritu santo, en fe y en pureza. Esta actitud no se contrapone a la pasividad, sino que la complementa con una vida de fe activa.
La pasividad en la vida de los santos
La pasividad bíblica también se puede observar en la vida de los santos de la historia. Muchos de ellos vivieron con una actitud de entrega total a Dios, incluso cuando enfrentaron persecuciones y dificultades. La vida de san Francisco de Asís, por ejemplo, muestra una actitud de pasividad activa al renunciar a todo para seguir a Cristo con humildad y entrega.
Otro ejemplo es la vida de santa Teresita del Niño Jesús, quien, a pesar de su corta vida, mostró una actitud de pasividad activa al entregarse totalmente a la voluntad de Dios. Su famosa frase Sé pequeño, pero no seas nada refleja una actitud de pasividad que no implica inacción, sino una entrega total a Dios.
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